Conoce Nuestro Dojo

Dojo, del japonés dōjō (道場): "lugar para viajar por el Camino". Entendiendo e interpretando el término como espacio de aprendizaje inmersivo del shibari kinbaku.

En ningún momento pretendemos replicar un espacio japonés, sino crear uno adaptado a nuestra propia identidad, forma de vivir y hacer las cosas. Con lo que sí que prestamos atención a ciertos detalles formales, como su disposición, la orientación, o las fuda identificativas en la pared y la entrada.

Formamos parte de una escuela (el yagami-ryu) y enseñamos una disciplina (shibari kinbaku) originarias de japón, así que, por respeto y coherencia, adoptamos ciertas formas y tradiciones, filtrándolas con nuestro propio tamiz. Ya que no se trata de imitar, sino de aprender para generar algo nuevo, propio y hermoso.

no se trata de imitar, sino de aprender para crear algo nuevo, propio y hermoso.

Junto al río

En la banderola de entrada puede leerse "el atelier junto al río", y es que nuestro dojo está inmerso en la naturaleza, en una finca ajardinada de 2 hectáreas, en plena zona rural de Gijón. Lo que nos permite desarrollar buena parte de las actividades al aire libre.

Alejarnos de lo urbano y abrazar la naturaleza resume cómo entendemos la enseñanza y vivencia del shibari kinbaku: Buscando la belleza en el interior de las personas, no en su exterior. Observando lo que ya existe y es perfecto. Sin complicarnos la vida.

Y sobre todo; permitiendo y facilitando que cada persona que visite el dojo pueda crecer y desarrollar su propia forma de hacer y vivir el shibari, sin imponer formas, ni limitar su crecimiento.

{tweetme}busquemos la belleza en el interior de cada persona, no en su exterior.{/tweetme}

Historia

Todo esto comenzó con el cambio de siglo. Un refrán lo resume, el diablo los cría y el viento los junta.

En la costa norte sopla siempre el viento del nordeste, y debió ser su constancia la que hizo que coincidiésemos un grupo de pervertidos con gusto por la restricción, el porno japonés y ganas de satisfacer las inquietudes eróticas que nos agitaban.

Así que después de un tiempo viéndonos en lugares y espacios públicos, en 2004 decidimos abrir un espacio (Nawakai Gijón) en una nave compartida con otros colectivos y creadores que también buscaban un lugar donde crear, crecer y expresarse, fueron los años de La Munster.

Allí organizamos talleres (incluso Hajime Kinoko nos visitó) y fiestas (unas privadas, y otras abiertas al público), como los "Secret Spot" en los que se fusionaban shibari y música electrónica en sesiones ante un reducido grupo de invitados al tiempo que eran transmitidas por streaming. O los "Vermunster", eventos que comenzaban a medio día y en los que se sucedían actuaciones hasta la puesta de sol, compartiendo escenario con artistas como Pablo und Destruction o Fee Rega.


Años locos y creativos, que nos llevaron crecer y contar con espacio propio. Fue cuando nació el Kinky Club, un local de más de 100 metros cuadrado acondicionado para la práctica y la organización de eventos. Especialmente, talleres.

Instructores como Kinbaku Luxuria (Ricardo Wildties y Ale Redsabbath), Isabelle Hanikamu y por supuesto, Yagami Ren, aportaron su conocimiento y compartieron con un público entregado y ávido emociones su pasión por el shibari kinbaku.

En aquella época volcamos nuestra actividad hacia la faceta más social del shibari, fiestas, espectáculos (como las performances junto a músicos como Cesar Maltrago), eventos como las imborrables "Shibari GastroNight", e infinidad de maravillosos instantes compartidos con una larga lista de amigos, conocidos y algún que otro ser despreciable.


Pero el tiempo pasa, y según se acercaba el cambio de década, nuestros intereses y forma de vivir y entender las cosas nos pedía calma, una vivencia más pausada para poder apreciar cada instante y cada detalle compartidos por medio del shibari kinbaku.

Así que optamos por trasladarnos al campo, y abrir el dojo con Yagami Ren como "padrino" y su estilo de shibari como hoja de ruta.

Pero sin cerrarnos a otras formas de hacer y entender el bondaje japones, contando con compañeros de viaje como Barkas y Addie, que nos dejaron su mapa del shibari para ampliar miras y recorridos.

Entonces todo se paró, tiempos de pandemia, confinamientos y prohibiciones sociales. El dojo siguió funcionando, en petit comite y online (con nuestro "shibari-dojo virtual").

Y este periodo, junto a todo lo vivido anteriormente, contribuyo a modelar lo que hoy somos, enlazando esta última línea con la primera del escrito, como si de un círculo zen se tratase.